▬"This is were I'll stay."▬
Desde que Hannibal había 'revelado' su verdadera identidad, Abigail estaba en casa del mismo, muerta para el resto. Seguía reacia a continuar, hacer las cosas y convivir con el psiquiatra, mayormente por temor durante las pocas horas en que llegaba a verlo al día. Los cuales pasaban lentos; cada hora la contaba, esperando a que la jornada terminará pronto, sin embargo al intentar tomar el sueño de lo único que era consciente era de lo sola que estaba. La soledad comenzaba a abrumarla, y aun así luchaba consigo misma para no buscar a su protector. En parte lo odiaba por haberla recluido y mutilado, y otra parte de ella quería correr a sus brazos sintiéndose segura, como el día en el que "desapareció" de la tierra, al igual que su oreja.
Ciertamente, Hannibal no le había hecho más daño que el antes mencionado, y le permitía que anduviera por la casa, seguramente porque tenía la certeza de que estaría demasiado asustada como para pedir ayuda y lo estaba. Sólo deambulaba, contando las habitaciones, los pasos que había entre sección y sección disponible. Había leído la mayoría de los libros, excepto lo muy metódicos "muy típicos de Lecter," como solía describirlos. No tenía los ánimos suficientes para ello, y cuando el mayor llegaba, sólo huía a su habitación hasta que la cena estuviera lista. Picaba los alimentos y comía poco, trataba de mantener los modales y asentir a las pocas conversaciones, con fingida amabilidad. Así por las primeras semanas. Hasta que la desesperación comenzaba a germinarse y a crecer.
Un día, Lecter estaba demorado por un par de horas. Aquello casi nunca pasaba.
Preocupada, observaba la puerta sin saber por cuánto tiempo exactamente. Sabía que estaría cerrada, pero el pensamiento de intentar abrirla o forcejear era irresistible. La ansiedad y el miedo aumentaron al grado de que la sangre bombeaba frenéticamente, percibiendo su pulso acelerado en el cuello y retumbante en sus oídos. Cuando menos lo esperó, estaba intentando abrir la puerta y golpeándola, inconsciente de lo que sucedía a su alrededor ni de los sollozos desesperados que emitía y en un instante, sin darse cuenta, la puerta se abría.
Abigail sólo retrocedió, aún con ligeros sollozos, observando pasmada cómo Lecter entraba con expresión severa, al menos así lo interpretó ella y sin más huyó a su cuarto de nuevo. Imaginando y esperando lo peor, no obstante, un poco después Hannibal le llamaba para cenar, justo como las otras veces. Pero, a diferencia de otras veces, bajó molesta por tener miedo. Sin importarle su presentación o los modales que tuviese que fingir, por lo que bajó con mal semblante, descalza y con el pijama puesto.